ENCERRADOS (II)
- La Hermandad de Elda
- 7 sept 2018
- 3 Min. de lectura
Un relato ficticio, basado en el mundillo de los Escape Rooms.
By Pako G.

El pobre Rafa no daba crédito. Estaba seguro que había puesto la maldita combinación bien en el candado. Nunca le había pasado algo así. De hecho, de todo el equipo, era a él precisamente al que mejor se le daban los candados de combinación. Quizás sea exagerar un poco, pero Rafa se sentía decepcionado consigo mismo.
Marina rompió el incómodo silencio que se creó:
-Bueno chicos, pues ahora ya está abierto. No le demos más vueltas, y vamos a ver que hay dentro de la dichosa caja. Además, mirad el reloj… nos quedan 3 algo menos de tres minutos.
Rafa la miró, y le propinó una sonrisa agradable, aunque sus pensamientos le repetían: “No le des más vueltas tú, que es a mí a quien no le ha abierto el candado”.
-Tranquila Marina –dijo Jorge. -Nos quedan tres minutos, pero realmente lo que nos abra la última puerta tiene que estar dentro de esta caja. No nos queda nada más. Y la puerta del final se abre con un panel de código… Dentro de la caja hallaremos el último código. Seguro.
Marina re regaló un guiño de ojos y una sonrisa a Jorge. Y tras ello, abrió la caja.
Los cuatro componentes del equipo miraron dentro. Boquiabiertos observaron que dentro de aquella caja de madera había cientos de llaves. Llaves de decenas de tamaños y formas. Muchas llaves.
Rafa, casi a empujones entre los demás, se acercó al borde de la caja, y metió la mano de mala gana. Agarró un puñado de llaves y se las acercó a su propia vista.
-¿Llaves? ¿En serio?.. Llaves físicas... ¡No necesitamos llaves físicas! Necesitamos un maldito código para el panel del final!!
Montse puso su mano sobre la espalda de Rafa, y mientras le acariciaba le dijo:
-Cariño, ¿Por qué no te relajas un poco? Tranquilo... Estoy segura que esas llaves son parte de un juego que nos dará un código...
-¡Exacto! –dijo Jorge. –He visto un juego parecido en otro Escape. Hay que vaciar la caja, y en fondo habrá algo que las llaves no nos dejan ver.
Jorge cogió la caja, y la puso en el suelo. Empezó a sacar llaves y a dejarlas junto a la caja, pero fuera de ésta. Montse y Marina se agacharon también junto a Jorge y comenzaron a ayudar a su compañero. Rafa se quedó de pie, junto a los tres, viendo como la caja se iba quedando sin llaves, y sus esperanzas de encontrar algo se salían de sus mentes como esas llaves de esa caja.
Montse sacó las últimas llaves y se dirigió al grupo:
-Nada, chicos. En la caja no pone nada. Y nos quedan 2 minutos. No se cómo lo veis vosotros, pero yo lo veo jodido.
Rafa, de repente, como si hubiera tenido una inspiración divina, salió corriendo a la estancia colindante, esa por la que ya habían pasado, y volvió veloz con una linterna en la mano. Era la linterna de luz negra que habían usado unos juegos atrás.
Llegó hasta donde estaba la caja, y empezó a iluminar con la luz negra todo el interior y exterior de la caja, en busca de alguna pista o clave. Nada.
Marina dijo:
-¡Dale a las llaves con la luz negra! A lo mejor hay alguna marcada, o pone algo en alguna...
Rafa empezó a pasar la luz por los cientos de llaves que había, esta vez en el suelo. Jorge interrumpió el silencio...
-No te molestes. Acuérdate lo que ha dicho la “Game Master”: Un objeto un uso. Y esa linterna ya la hemos usado.
-Ya, pero sabes que a veces las linternas las usas más veces. Voy a seguir probando –contestó Rafa.
Jorge se medio giró como diciendo “tú mismo”. Entonces Rafa, siguió con la luz una y otra vez, intentando pasarla por todas las llaves. Marina y Montse seguían la trayectoria de la luz, para ver si podían observar algo inusual. De repente, Marina, gritó:
-Espera! Mirad esa llave!
La chica señaló a una llave, muy parecidA a todas las demás, pero con una peculiaridad, de la cual ninguno de ellos se había dado cuenta. Era la única llave dorada de todas. El resto eran todas plateadas.
Con la tenue luz de la estancia, habían pasado completamente por alto este detalle, ya que no fue hasta que la luz le dio de pleno cuando se dieron cuenta de esa diferencia.
La propia Marina cogió la llave, y aproximándola a la altura de sus ojos, la examinó con detenimiento. Después, sonrió, miró al grupo, y dijo:
-Chicos, hay algo grabado en esta llave. Pone 569847#. Creo que lo tenemos.
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